Creo que no sé quien soy y, de nuevo, me cuesta mucho preguntármelo. Siento que mi momento de vida es un poco insignificante, aunque estoy triunfando, pero no sé que responder ante la pregunta de si me gusta lo que hago. Me siento inferior y, de nuevo, parte de nada, ni siquiera de mis relaciones más cercanas.
Estoy hipersensible y todo me molesta. Busco excusas para no levantarme de la cama y agradezco cuando los momentos inoportunos llegan. Me como en ansiedad por saber qué se viene, sin hacer lo más mínimo por construirlo. Me desgasto, quiero todo y a la vez, quiero nada, esperando que todo se acabe y que mi nombre simplemente desaparezca.
Creo que mi medicamento no está teniendo gran impacto porque estoy a punto de arrancarme la cabeza sin cuestionármelo ¿Velafaxina? ¿Quetiapina? Una solo me sirve para dormir y la otra para recordarme que no puedo tener constancia. Que la constancia me aburre y me mata ¿Por qué tengo que aferrarme a algo cuándo quiero ser todo? Cuando quiero comerme al mundo, pero lo más posible es que mi cabeza me esté comiendo a mí.
Solo veo dos caminos: Qué alguien me rescate o que mi malestar deje de ser tan grande que pueda volver a sentirme yo, quien no te voltearía los ojos ni estaría “de jeta” todo el día, aunque, tal vez, soy esto. Y debo dejar de aparentar que he dejado de ser dura e individual, una poco empática que solo le importa su bienestar (y, a veces, ni eso). Ese siempre ha sido mi problema, tal vez, priorizarme ante los demás incluso cuando eso significa perder oportunidades, se encasillada como poco constante o lo que sea que signifiquen las lágrimas de mis ex relaciones que me aburrieron . Solo quiero admitir que sí, no lo soy y que sí, no me duele, tampoco. El caos siempre me ha hecho y, apagar mi sentir, esta vez, por un momento, es gratificante.
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