Vivir con TLP y la dificultad de sentirse funcional
- TLPianxs haciendo cosas
- 8 abr
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Por Jenyffer Martínez
Desde hace algunos meses, mantenerme activa se ha convertido en una tarea casi imposible. No es una cuestión de simple pereza o desinterés, sino una lucha interna que tiene raíces profundas en mi diagnóstico: Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). A pesar de llevar años en tratamiento y de haber aprendido a identificar muchas de mis emociones y patrones de comportamiento, me sigo enfrentando a días en los que el simple acto de levantarme de la cama se siente como una hazaña titánica.
Mi historia con el TLP comenzó mucho antes de recibir el diagnóstico. Desde niña, experimenté una sensación de vacío constante y una falta de identidad que, con el tiempo, me llevó a relaciones destructivas, dependencia emocional y un deterioro progresivo de mi salud mental. A los 25 años, mi vida entró en una espiral descendente: depresión, bulimia, intentos de suicidio, ansiedad y abuso de fármacos se convirtieron en mi día a día. Fue hasta después de haber sido hospitalizada en un psiquiátrico (a mis 30 años) que finalmente recibí un diagnóstico que explicaba lo que llevaba años sintiendo y experimentando.
Aun así, conocer el origen de mi sufrimiento no ha sido suficiente para frenarlo. La desregulación emocional propia del TLP hace que mis niveles de energía fluctúen de manera extrema. Hay días en los que siento que puedo con todo y otros en los que mi cuerpo simplemente no responde. La depresión crónica asociada al trastorno genera fatiga constante, y la ansiedad, a su vez, agota mis recursos mentales y físicos. Según un estudio publicado en Biological Psychiatry, las personas con TLP suelen presentar una hiperactividad en la amígdala, la región del cerebro encargada de procesar el miedo y las emociones intensas, lo que puede contribuir a un estado de alerta permanente y, con el tiempo, a una fatiga extrema.
Otro factor importante es el impacto físico de años de autodestrucción. Las conductas alimentarias desordenadas, el insomnio crónico y el abuso de sustancias han dejado secuelas en mi cuerpo, que ahora lucha por mantenerse estable. No es solo un problema psicológico, sino también fisiológico: la disfunción de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina en el TLP puede generar un cansancio constante. Un artículo en Acta Neuropsychiatrica señala que alteraciones en la serotonina están asociadas con síntomas como la afectividad lábil y la impulsividad en el TLP. Además, una revisión en Molecular Psychiatry sugiere que la disfunción dopaminérgica está relacionada con la desregulación emocional y la impulsividad características del trastorno. Estas alteraciones neuroquímicas hacen que actividades básicas como trabajar, hacer ejercicio o incluso bañarme se conviertan en un reto monumental.
A pesar de todo, sigo intentando encontrar maneras de mantenerme a flote. Cuento con una red de apoyo que, aunque no siempre comprende del todo lo que atravieso, me acompaña en los momentos más oscuros. También tengo un empleo que, aunque no es mi trabajo soñado, me permite tener estabilidad y darme tiempo para priorizar mi recuperación. Sé que este proceso no es lineal y que la remisión de los síntomas del TLP no significa alcanzar una felicidad absoluta, sino encontrar una paz interna que me permita vivir con mayor equilibrio.
No hay respuestas fáciles ni soluciones mágicas. Cada día es un nuevo desafío, y en muchos casos, la única victoria posible es simplemente haber logrado existir un día más. Pero si algo he aprendido en este camino, es que no estoy sola y que hablar de lo que me pasa es el primer paso para entenderme.
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